lunes, 1 de junio de 2015

Entre la soberbia y la egolatría



Tras las elecciones del pasado 24 de Mayo, en la ciudad de Madrid, donde "la paladina del neoliberalismo", Esperanza Aguirre, esperaba retener la mayoría absoluta del PP y "frenar a Podemos", esta vez no conseguía la mayoría para gobernar en solitario e incluso el pasado martes llamaba a la desesperada a un pacto entre "las fuerzas de centro" para evitar que Manuela Carmena, la jueza y candidata de la plataforma Ahora Madrid, llegue a la alcaldía de la capital, a la que había acusado de nada menos que querer "la alcaldía como trampolín para romper la democracia", y es que en el delirio ultraliberal de Aguirre, toda organización o grupo que se sitúe a la izquierda del centro no sólo amenaza con romper la democracia, sino que incluso les valdría perfectamente el calificativo de organización criminal, además de ver "sóviets" donde únicamente hay descentralización municipal.

Curioso cuanto menos que este tipo de acusaciones las haga una aristócrata proveniente de una de las familias más acomodadas durante el régimen franquista, perteneciente a un partido que se ha negado reiteradamente a condenar la dictadura y los crímenes del franquismo, y que en su trayectoria política no se ha destacado desde luego por sus esfuerzos en la limpieza democrática, estando siempre rodeada -pero sospechosamente nunca salpicada- de infinidad de casos de corrupción.

La acusación de Aguirre a Manuela Carmena se basa torpemente en que la plataforma encabezada por ésta última está integrada, entre otros, por miembros de Podemos e Izquierda Unida, que para Aguirre son enemigos acérrimos de la democracia -de su concepto de democracia más bien-, a pesar de que Manuela Carmena no milita en ninguno de estos partidos (por mucho que los medios repitan machaconamente, y de manera errónea, que es candidata de Podemos), y obviando el hecho de que la plataforma Ahora Madrid es una plataforma amplia y plural en la que también participan miembros independientes, de las mareas y otros movimientos sociales y vecinales.

Esta recalcitrante hostilidad de Aguirre hacia la plataforma Ahora Madrid se fundamenta en su obsesión con Podemos -aunque Podemos sólo sea una parte de la plataforma-, al que en su imaginario identifica, como la mayoría en el PP, como un partido de extrema izquierda, "filosoviético" y "pro-bolivariano" que pretendería "destruir" el régimen democrático e instaurar un régimen dictatorial "a la venezolana", cuando en realidad los posicionamientos reales de Podemos hasta ahora no se han situado más allá de la socialdemocracia y, al parecer, tampoco pretenden ir más allá.
Contrasta un poco ese "miedo" a Podemos con la actitud más pasiva hacia Izquierda Unida, siendo ésta una formación que, al menos nominalmente, sí se declara abiertamente "pro-bolivariana" y de caracter marxista. Esta actitud probablamente se deba en parte a que en este momento no consideran a Izquierda Unida un competidor por el poder, mientras que Podemos sí que aparece como un competidor directo.

Otro de los argumentos de la acusación de Aguirre a Carmena, y por ende a Ahora Madrid, siguiendo con la base obsesiva de Podemos, es que pretenden "romper" la Constitución para cambiar el régimen actual. Y aquí tiene razón, el fin último es, a priori, cambiar el régimen, pero no de la manera que cree Aguirre, que piensa que se hará por la fuerza, sin garantías democráticas y utilizando escuadrones de paramilitares en las calles. Esos métodos son más propios de la extrema derecha, como la del actual régimen ucraniano al que apoyan Aguirre y el PP al completo. En todo caso, la forma que defiende Podemos, y también Izquierda Unida, es la de un proceso constituyente abierto y participativo mediante el cual se llegue a la redacción de una nueva Constitución, entendiendo que la actual es permanentemente incumplida, sobre todo en lo que concierne a los temas de protección social, por lo que consideran agotado el régimen del 78, ese que tanto idealizan aquellos a los que Aguirre hizo referencia como "partidos de centro" (refiriéndose a PP, PSOE y Ciudadanos).

Pero independientemente de lo que digan o cómo se expresen Podemos, Izquierda Unida, Ahora Madrid o cualquier otra plataforma ciudadana, para Aguirre y el Partido Popular no existe nada más allá de la Constitución y del régimen del 78, o nada bueno al menos, entienden que fuera de ese reducido y manoseado margen legal sólo existe el caos, donde no hay democracia, ni libertades, ni derechos, y por ello no faltan algaradas mediáticas comparando las elecciones del pasado 24 de Mayo con la situación en Alemania justamente anterior al ascenso de los nazis.

¿Desde cuando las plataformas formadas mayoritariamente por ciudadanos de a pie, con un funcionamiento orgánico infinitamente más democrático que el de los acusadores, que lo que buscan es poner freno a la ignominia de la precariedad laboral, del desmantelamiento de lo público y de la pobreza generalizada, son movimientos "totalitarios" que ponen en riesgo la democracia? ¿en qué se parecen a los nazis?

La derecha liberal se ha radicalizado tanto y se ha vuelto tan soberbia que para ellos luchar por el derecho universal a una vivienda digna, a la sanidad pública universal, a una educación pública de calidad, o por la protección de las pensiones, o por el empleo digno y no precario, se ha convertido en una postura de "extremistas radicales"; ir contra la desigualdad, contra la injusticia social, contra el mercado y contra el orden corporativista de las élites es de "extremistas radicales" y de "antidemócratas". La soberbia es tal que aunque todos esos males se den -que se dan- con ellos gobernando, negarán toda responsabilidad hasta las últimas consecuencias, y los achacarán siempre a las "herencias recibidas", a los "sabotajes" continuos de la "izquierda trasnochada", o bien intentarán hacer creer a todo el mundo que es un "mandato del cielo" por haber vivido por encima de nuestras posibilidades -nosotros, claro, porque ellos son responsables y siempre se han contenido escrupulosamente-. Una soberbia que les hace creerse en posesión de un don divino para definir lo que es democracia y lo que no lo es, quién es un terrorista y quién es un español de bien, qué es lo necesario y qué es lo que sobra para que prevalezca el bien común, y con la prepotencia de quien se cree por encima del intelecto de la gente. Por eso la señora Aguirre se puede permitir el lujo de certificar quién defiende la democracia y quién la quiere destruir, aún cuando ella misma confiesa no haberse ni leído el programa del partido que estaría presuntamente llamado a sumirnos en una "férrea dictadura bolchevique-bolivariana".

Desde la disolución del bloque socialista, la derecha liberal, no sólo en España, sino en el mundo entero, ha asimilado tan profundamente el discurso triunfalista de la "superioridad ideológica" que han desarrollado una especie de egolatría que les hace creerse permanentemente en posesión de la verdad absoluta. Como consecuencia de esto, desprecian los puntos de vista ajenos y, en la visión estática que han adquirido del mundo post-soviético, se muestran profundamente reacios a los cambios, lo que les genera serias dificultades para adaptarse a las nuevas realidades sociales, como las que empezaron a aflorar en España sobre todo a raíz del surgimiento del 15M. No entienden por qué surgió este movimiento, ni las mareas de colores, ni los escraches, ni cómo esos "desarrapados" han logrado comerles tanto terreno en su propia arena de batalla, ¡y menos aún cuando sus medios de comunicación se han estado ocupando todo este tiempo de criminalizarlos!

Otra muestra de esta soberbia y esta actitud de dueños de la verdad, la dió el Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, con motivo de la victoria de la plataforma Barcelona en Comú, liderada por la portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), Ada Colau, en las elecciones municipales de Barcelona, al afirmar que Barcelona se había convertido en un "foco de inestabilidad" (de lo que culpa a Artur Màs) y que, según sus palabras, "es todo lo contrario de lo que se necesita para generar confianza, atraer inversiones y garantizar el crecimiento y la calidad de vida de nuestros conciudadanos".

Cabe señalar que la "confianza" de la que habla el señor Fernández Díaz es la de poner los recursos públicos a disposición de los especuladores, y la de mantener el pernicioso negocio de la vivienda en manos de los bancos. Es decir, la misma "confianza" que han venido generando desde su llegada al Gobierno en Noviembre de 2011, y las estadísticas desde luego no hablan de mejora de la calidad de vida de nuestros conciudadanos, puesto que en el período de tiempo que lleva el PP en el Gobierno se ha destruido mucho más empleo del que se ha creado, el poco que se ha creado ha sido precario, en condiciones cuasi-tercermundistas y prácticamente sin derechos, miles de familias han sido desahuciadas de sus hogares, y muchas más aún sufren los estragos de la pobreza (cuya tasa no para de subir), que se ceba especialmente con la población infantil. Y todo esto disfrutando de un gobierno estable (no en vano ha estado gobernando todo este tiempo a base de decretos utilizando el rodillo de la mayoría absoluta), por lo que nos vemos en la obligación de replicar al señor Fernández Díaz que esa ecuación por la que a mayor "confianza", mayor calidad de vida, no sólo no se cumple sino que los elementos de la misma ni siquiera tienen relación directa, y menos aún si las inversiones de las que habla el señor ministro son las de especuladores que únicamente buscan el lucro privado.

Sinceramente yo prefiero la "inestabilidad" de quienes han luchado por el derecho a una vivienda digna para todo el mundo y han parado miles de desahucios a lo largo y ancho del Estado, aún a costa de su integridad física, que la "estabilidad" generadora de "confianza" de la que habla el señor Fernández Díaz, que únicamente ha supuesto riqueza para los tiburones de turno mientras un dramático e intolerable porcentaje de la población tenía que buscar comida en contenedores de basura, o utilizar cartones como techo. Para que luego hablen del desabastecimiento en Venezuela.

Pero la soberbia y la egolatría entre los dirigentes del PP les seguirá impidiendo entender el mensaje de estas últimas elecciones, así como la aparición de los diversos movimientos sociales en los últimos años. Han estado viviendo tan sumamente aislados de lo que ocurría en la calle y su desprecio hacia la voz popular ha sido tan inmenso que cualquier expresión de rechazo hacia sus políticas era respondida con el ninguneo primero, y con la criminalización y la represión después, pues desde su atalaya han estado siempre firmemente convencidos de representar al "camino correcto" de la humanidad, de poseer un intelecto superior al del resto de mortales, por lo que se han acostumbrado y acabado creyendo que todo lo que sale de sus bocas es ley, razón por la que en ningún caso podrán admitir de buen grado ninguna rectificación, y en lugar de ello seguirán insistiendo en que hechos como los ocurridos en las últimas elecciones municipales y autonómicas son fruto de un contubernio "bolivariano-bolchevique-filoetarra" que pretende "derribar" la democracia.
En el concepto patrimonialista de la democracia que tiene la derecha en este país, al parecer sólo hay democracia cuando ellos la manejan, y cuando no es así aparece rápidamente el tono guerracivilista.

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