martes, 16 de septiembre de 2014

Hipocresía, la justa


Se suele decir que no está bien alegrarse de la muerte de nadie (aunque inevitablemente hay casos que alegran, las cosas como son) pero voy a ser claro: a mí no me entristece lo más mínimo la muerte de alguien como Emilio Botín, ni tampoco siento la necesidad ni el deber moral de dar a nadie pésames en dichos casos. Principalmente porque no me genera ningún pesar, y si me pusiera a dar pésames en estos casos estaría siendo un hipócrita, y a mi que me disculpen, sé que hay personas que no tienen ningún problema ni conflicto moral en convivir con la hipocresía, sobre todo si hablamos de gente que se codea con el poder, pero yo personalmente es algo que no llevo bien.

Como no podía ser de otra forma, los primeros en lanzarse al ritual de los pésames protocolarios fueron el rey, políticos de derechas, banqueros, patronal y grandes empresarios, seguidos de más de un estómago agradecido. "La crème" de la casta dominante. Pero la mayoría de ellos no se detuvo en el protocolo, la prensa tampoco, y cual aduladores cortesanos, comenzaron con una campaña de loas dirigidas a ensalzar la figura del banquero fallecido que duró todo el día, al que identificaban con lo mejor de la "Marca España", como el modelo de exitoso hombre de negocios que decidió "arriesgar para crecer y ganar", un hombre "campechano y de trato sencillo" que "revolucionó la banca española" y que contribuyó de manera "crucial" al crecimiento del sistema financiero español. Fue descrito como poco menos que un "gran patriota" que hizo un "gran servicio" a su país.