jueves, 13 de marzo de 2014

¿Quién decide a nivel internacional lo que es legal?


Volvemos sobre Ucrania. Ahora que el poder está controlado en la capital del Estado ucraniano por quienes interesaban a la dupla imperialista EEUU-UE, da la sensación de que en las ciudades en las que se registraron más altercados, con epicentro en Kiev, hayan pasado a disfrutar de una placentera paz social desde el mismo momento en que los 'neocons' ucranianos y los ultraderechistas tomaron posesión del poder, puesto que ahora la cobertura mediática de dichas ciudades ha pasado a un segundo plano y las únicas noticias que de allí vienen son aquellas en las que algún miembro del nuevo y "democrático" gabinete declara que la consulta popular sobre la posible independencia de Crimea es «ilegal e ilegítima».

La península de Crimea es el lugar en el que los medios ahora ponen principalmente el foco, porque es el lugar en el que en este momento existe una mayor amenaza para los intereses de las oligarquías europea y norteamericana, primero porque desde el inicio del conflicto, la masa social rusohablante, mayoría en Crimea, se opusieron al círculo de pro-europeístas y ultranacionalistas que estaban dirigiendo la situación en la parte occidental del país, y porque ahora, una vez establecido por la fuerza su gobierno interino, se niegan a reconocer a dicho gobierno, al que consideran ilegítimo, y su parlamento ha convocado un referéndum popular para aprobar la independencia de Crimea respecto al actual Estado ucraniano.

La preocupación del eje EEUU-UE es aún mayor desde que Rusia enviara tropas a Crimea, según Vladimir Putin, para proteger la integridad de los civiles rusos que habitan allí, cosa que inmediatamente ha disparado las condenas de los principales líderes de Estados Unidos y la Unión Europea, que calificaban este hecho como una "invasión" y una "violación del Derecho Internacional".

Aquí convendría hacer algunas aclaraciones. A saber, ¿qué es lo que diferencia a una intervención de una invasión? Sean adecuados o no los métodos utilizados por Rusia en este caso, lo cierto es que las tropas rusas tampoco han sido recibidas de manera hostil en Crimea, sino que más bien han sido recibidos como libertadores frente a la caza de brujas desatada por los ultraderechistas. En este contexto, en el que una fuerza, venga de donde venga, cuenta con el apoyo popular de la región en cuestión, no resulta acertado hablar de invasión, sino más bien de intervención de apoyo, aunque sepamos que en realidad los intereses de la Rusia de Putin no tengan nada que ver con la ciudadanía de Crimea.

Por otra parte, resulta tremendamente paradójico que precisamente quienes están denunciando la maniobra rusa apelando a la "violación del Derecho Internacional" sean los estadounidenses, que invadieron y arrasaron países enteros, como Afganistán e Irak, entre otros muchos, sin la menor de las aprobaciones internacionales, por no mencionar su intervención directa o indirecta en prácticamente todos los golpes de Estado ocurridos en Latinoamérica en el último siglo; y los europeos, que con el falso pretexto de la "protección de la población civil" hicieron lo propio en Libia y en Mali, en este último caso, curiosamente, combatiendo a los mismos a los que, junto a norteamericanos y dictaduras del Golfo, prestan apoyo en Siria para derribar al gobierno de Assad. Paradojas y contradicciones que vuelven a darse en Ucrania al pactar repartos de poder con los neonazis, lo que demuestra, una vez más, que juegan en el mismo bando que aquellos a los que supuestamente combatían en la Segunda Guerra Mundial.
Son casos clarísimos no sólo de violaciones contra el Derecho Internacional sino contra los propios Derechos Humanos, y sin embargo, no escatiman a la hora de dar lecciones de moralidad a otros países.
En cualquier caso, ciñéndonos al caso de Ucrania, también resulta contradictorio y hasta insultante que la dupla EEUU-UE acuse a Rusia de "invasión" y de "injerecismo" en los asuntos internos de Ucrania cuando tanto desde la UE como desde Estados Unidos se ha estado financiando y apoyando a los grupos opositores más recalcitrantes, incluyendo a agentes encubiertos, para acelerar y dirigir el proceso por las vías que interesaban a éstos. No en vano, el actual primer ministro, Arseni Yatsenyuk, era el favorito de los yankees.

Y en cuanto a la legalidad o no del referéndum para decidir la independencia de Crimea, es comprensible la oposición al mismo por parte del gobierno golpista de Kiev, sobre todo si tenemos en cuenta que buena parte del gabinete fundamenta su ideología sobre principios totalitarios, pero lo que más chirría es que sean otras potencias las que declaren como ilegal un proceso de consulta popular. ¿Con qué derecho y con qué autoridad pueden Estados Unidos o la Unión Europea declarar ilegal lo que decida un pueblo democráticamente? ¿cómo pueden ellos decidir lo que es legal y lo que no lo es?
Desde Washington a Berlín, pasando por Londres o Madrid, insisten en la "ilegalidad" del citado referéndum por entender que ello incurriría en la «violación de la integridad territorial de Ucrania» (violación que por ejemplo no interesa mencionar para el caso de Palestina), y de esta manera, al igual que con el caso catalán en España, se toma una posición común de rechazo a cualquier tipo de consulta soberanista en territorio europeo, y de paso, se le ahorra un mal trago a Mariano Rajoy. Por un lado dicen defender la integridad de Ucrania, pero por el otro se oponen tajantemente a la autodeterminación de los pueblos, al derecho de un pueblo a decidir lo que quiere ser, más teniendo en cuenta que Crimea tenía un status especial en el mapa ucraniano, que se trata de una república autónoma con mayoría social rusa. 
Al final la conclusión sólo puede ser la misma: a la Unión Europea y a los Estados Unidos de América no les gusta cualquier tipo de democracia, de hecho, sólo les gusta su particular modelo de "democracia", de tipo bipartidista, en las que dos grandes bloques aparentemente contrarios pero esencialmente idénticos se turnan en el gobierno legislando según las directrices de los poderes económicos, y donde el derecho a decidir del pueblo se reduce a la posibilidad de elegir qué bloque va a ser el que actúe como títere de los poderes económicos. Nada de democracia participativa. Nada de consultas. Nada de soberanía. Por eso, aunque la celebración de la consulta haya sido aprobada por mayoría absoluta en el parlamento crimeano, y se vaya a someter a la voluntad popular, en Estados Unidos y en la Unión Europea no pueden aceptar una expresión de democracia que no pase por su filtro.
Barack Obama declaró que «cualquier discusión sobre el futuro de Ucrania debe incluir al gobierno legítimo de Ucrania», pero aquí entra de nuevo la contradicción subyacente, puesto que el actual gobierno de Ucrania no ha sido elegido democráticamente ni dispone de la mayoría del apoyo popular, por lo tanto tampoco dispone de legitimidad.
Aunque se nieguen a verla, en Ucrania existe una importante fractura entre la parte pro-europeísta y la parte pro-rusa, y en ese contexto de fractura todos los pueblos tienen el legítimo derecho de decidir democráticamente su soberanía sin que se les reclame la violación de la legalidad constitucional, sobre todo porque el actual gobierno interino de Ucrania, reconocido por Estados Unidos y la UE, sale precisamente de la eliminación de la legalidad constitucional vigente en Ucrania. No se puede apelar a la legalidad constitucional para lo que interesa e ignorarla para lo que no.

En cualquier caso, el documento aprobado en el parlamento crimeano de manera unilateral para la ratificación de Crimea como un Estado independiente se basa en el precedente de Kosovo, que también declaró unilateralmente su independencia, y de la que el Tribunal Internacional de la ONU confirmó el 22 de Julio de 2010 que «la declaración unilateral de independencia de una parte de un Estado no viola las normas del Derecho Internacional». Así las cosas, por mucho que desde la UE y los Estados Unidos se repita la retahíla de la ilegalidad, la declaración unilateral de independencia no es ilegal.

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